Palabras de espiritualidad

“Milagroso es Dios entre Sus santos”

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Un día, al asistir a la Divina Liturgia en la iglesia del monasterio, me llevé conmigo un pequeño recipiente; al finalizar los oficios, llené aquel tarro con aceite de la veladora que custodia las reliquias de San Nectario. Volví a mi celda y me ungí la pierna; después recité el acatisto a San Nectario, pidiéndole su auxilio.

Los santos son amigos de Dios y mediadores de nuestra salvación ante la Santísima Trinidad. Cualquier oración que elevemos. y toda lágrima que brote de un alma sin esperanza son bien acogidas por Dios y Sus santos. Muchas veces no recibimos inmediatamente la respuesta a nuestras plegarias, pero si perseveramos y tenemos fe, Dios atiende nuestras peticiones por Su inmenso amor a la humanidad, si lo que pedimos es útil y necesario para la salvación de nuestra alma.

En este orden de ideas, debo decir que también yo he conocido la fuerza de las oraciones de San Nectario. He sabido de sanaciones milagrosas, obtenidas con su auxilio; he conocido también casos de almas desesperanzadas, que pronto han alcanzado una verdadera transformación y curación, gracias a su pronta ayuda. Yo mismo fui parte de uno de esos milagros.

Desde hacía algún tiempo venía sufriendo de un problema dermatológico en mi pie izquierdo. Poco a poco, dicha afección se fue extendiendo a toda la pierna. Probé diferentes tratamientos, pero no obtuve ningún resultado positivo. Con el paso de las semanas, el dolor crecía y se me había formado una especie de costra, muy molesta y lacerante, en el talón, de tal suerte que hubo un momento en el que ya casi no podía caminar. Un día, al asistir a la Divina Liturgia en la iglesia del monasterio, me llevé conmigo un pequeño recipiente; al finalizar los oficios, llené aquel tarro con aceite de la veladora que custodia las reliquias de San Nectario. Volví a mi celda y me ungí la pierna; después recité el acatisto a San Nectario, pidiéndole su auxilio.

A la mañana siguiente, al ponerme de pie, noté que el dolor había desaparecido. Inmediatamente me examiné la zona afectada, y con alegría noté que no quedaba nada de aquel doloroso problema.

Entonces comprendí que San Nectario, el milagroso, había obrado también en mí. Impresionado y al mismo tiempo agradecido, me dirigí presuroso a la iglesia, para agradecrle a San Nectario por su auxilio y pedirle que me siga socorriendo.

(P. Ipolit Lazăr, Monasterio Radu Vodă)

(Traducido de: Sfântul Nectarie - Minuni în România, Editura Egumenița, pp. 24-25)