Palabras de espiritualidad

No esperes nada de los demás, porque todo viene de Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La humildad comparte el estado de la tierra. La tierra está siempre allí, aunque no la notemos. Siempre bajo nuestros pies, el lugar donde arrojamos lo que nos sobra, lo que nos estorba. La tierra sigue allí, callada, aceptando todo y, milagrosamente, convirtiendo todo eso en una nueva riqueza.

La palabra “humildad” viene del latín “humus”, que significa tierra fértil. Para mí, la humildad no es ni de lejos eso que usualmente pensamos que es: el intento de imaginarnos que somos los peores villanos del mundo y de convencer a los demás que nuestra forma artificial de ser demuestra que somos conscientes de nuestra vileza.

La humildad comparte el estado de la tierra. La tierra está siempre allí, aunque no la notemos. Siempre bajo nuestros pies, el lugar donde arrojamos lo que nos sobra, lo que nos estorba. La tierra sigue allí, callada, aceptando todo y, milagrosamente, convirtiendo todo eso en una nueva riqueza —a pesar de la degradación—, convirtiendo la podredumbre en una fuerza vital y en fuente de fructificación, abierta siempre al sol y a la lluvia, preparada siempre para recibir cualquier semilla y devolvérnosla multiplicada hasta por cien. Le dije a aquella mujer: “aprende a ser la misma frente a Dios, abandonada, entregada, sin esperar recibir nada de los demás y, sin embargo, todo de Él”.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Școala rugăciunii, traducere de Gheorghe Fedorovici, Editura Sophia, București, 2006, pp. 46-47)