Palabras de espiritualidad

Oración al ícono de la Madre de Dios “Pantanassa”, para la sanación del cuerpo y el alma

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

“Grande es tu poder y tu palabra está llena de fuerza, oh Soberana de todo. Ayúdame a vencer y ora por mí, para que pueda exaltar tu glorioso nombre, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos”.

Primera oración a la Madre del Señor

Oh, Señora, Santa Madre de Dios, Pantanassa, Soberana de todo, no soy digno de que entres en la casa de mi alma. Pero tú que eres misericordiosa, oh Madre de nuestro Piadosísimo Dios, di una sola palabra y mi alma sanará, y mi débil cuerpo se reconfortará. Porque grande es tu poder y tu palabra está llena de fuerza, oh Soberana de todo. Ayúdame a vencer y ora por mí, para que pueda exaltar tu glorioso nombre, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Segunda oración

Oh, Purísima Madre de Dios, Soberana de todo, escucha nuestros suspiros tan llenos de dolor, ante tu milagroso ícono. Vuelve tu mirada a tus hijos que sufren de enfermedades incurables, quienes se postran con fe ante tu santo ícono. Y, como un ave que protege su nido y a sus crías bajo sus alas, también tú, Virgen Santa, cúbrenos con tu manto sanador. Ahí donde desfallezca la esperanza, que tu misericordia sea una esperanza cierta. Ahí donde las tribulaciones nos agobien, danos paciencia y consuelo. Ahí donde el dolor y la desesperanza hagan su nido en el alma, haz que amanezca la luz eterna de Dios. Conforta a los temerosos, fortalece a los débiles, llena de tu luz y bondad a todos los corazones que se han endurecido. Sana la enfermedad de tu pueblo, oh compasiva Señora, y bendice las mentes y los corazones de los médicos, para que sean verdaderos instrumentos del Todopoderoso Doctor Jesucristo, nuestro Señor. Oramos ante tu ícono, para que tu poder perviva en nosotros, Señora y Soberana. Extiende sobre nosotros tus manos llenas de sanaciones, tú que eres la alegría de los afligidos y consuelo de los que sufren, para que, recibiendo prontamente tu milagroso auxilio, glorifiquemos a la vivificadora e indivisible Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. ¡Amén!