Palabras de espiritualidad

Pensar en la muerte nos llena de humildad

    • Foto: Adrian Sarbu

      Foto: Adrian Sarbu

Ciertamente, pensar en la muerte nos lleva más allá de la muerte misma: nos “saca” del tiempo y nos alza a la eternidad, en donde moran Dios y todos los santos.

El núcleo y el punto de partida de la forma de vida del padre Selafiel —al igual que en la de todos los monjes—, era la misma obsesión con la muerte y la banalidad de las cosas de este mundo, que contrastan con la eternidad y las bondades de la vida futura. No sé si alguna vez respondió a la pregunta: ‟¿Cómo está, padre?”, otra cosa que no fuera: ‟¿Qué puedo decir? Entre el trabajo y el dolor... porque ¿qué es lo que dice el salmista? ’Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos’ (Salmos 89, 10-11). Pensar en la muerte trae humildad y desprecio hacia todo lo terrenal, además de silencio y equilibrio. Sumado a esto, nos revela el conocimiento de los misterios de Dios, como el de la Resurrección, por el cual pasamos “de la muerte a la vida”.

Pensar en la muerte nos lleva más allá de la muerte misma: nos “saca” del tiempo y nos alza a la eternidad, en donde moran Dios y todos los santos. En una palabra, mientras más reflexionamos sobre lo absurdo y la tiranía de la muerte, más descubrimos la grandeza del amor de Dios, Quien, habiéndose entregado a la muerte Él mismo, descendió por nosotros hasta el infierno para librarnos de ella. Y, en verdad, nos llena de esperanza entender el amor con el que nos ama Aquel que aceptó morir por nosotros.

El padre Selafiel guardaba en su memoria el recuerdo de muchas personas: algunas, muertas cuando iban de camino hacia agún sitio; otras, ahogadas; otras, muertas mientras comían; otras, que murieron mientras dormían, o en cualquier situación parecida. Y a menudo nos hablaba de ellas. Esto nos demuestra esa sana obsesión que tenía con la muerte.

(Traducido de: Ierodiaconul Savatie BaștovoiParintele Selafiil – Dragostea care niciodată nu cade, Editura Marineasa, Timișoara, 2001, p. 12)