Palabras de espiritualidad

¡Permanece atento, hijo mío!

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

Translation and adaptation:

Lo único que Dios le pide al joven es pureza y humildad.

Sobre lo que es verdaderamente valioso en la vida

Dios es el aire de nuestra alma, hijo. Sin Él, cual aves, no podríamos alzarnos de este mundo. Sin Él, nuestra vida es polvo y barro, sin distinguirse en nada de la de los animales rastreros, que tienen la tierra como alimento, medio y sepultura. Sin embargo, aquel para quien Dios es el Cielo en el que se mueve y vive, ése tiene alas de águila y se eleva a las alturas del firmamento. No obstante, el hombre es orgulloso y no quiere vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, porque le gusta guiarse por lo que le dicta su propia mente, que carece del discernimiento necesario para obrar el bien, sin Dios. Debemos pedirle siempre al Señor que nos aconseje qué hacer y Él no permitirá que nos perdamos.

Sobre la felicidad terrenal

Hijo mío, no confíes en la felicidad de este mundo, ni en su gloria y esplendor, porque todo lo que hay en él es más engañoso que los mismos sueños. Así como las luces del amanecer alejan las sombras y los espectros del sueño, así también la llegada del momento final arroja todos los engaños y las insustancialidades de las que se ha ido llenando el alma. ¡Ay del alma que, en el momento postrero, sea encontrada carente de la vestidura celestial del amor y la fe en Dios!

Recuerda siempre que has de morir, hijo, para no enaltecerte cuando los demás te honren, porque en esta vida la felicidad es efímera y siempre seguida por el dolor. Tampoco te entristezcas desmedidamente cuando las amarguras te alcancen; más bien, alza las velas del arca de tu alma y conduce tu mente, cual diestro capitán, hacia las aguas de la misericordia de Dios. No dejes que la tristeza inunde tu alma, aunque cielos y tierra se estremecieran. Lo que debes hacer es utilizar la tormenta que Dios te ha enviado, para alejarte de los vicios de la vida terrenal. Hijo mío, puede que hoy haya sol y mañana nieve, pero en todo está Dios.

Sobre el comportamiento que le agrada a Dios

Hijo mío, la juventud, si tiene humildad, no necesita más. Porque lo único que Dios le pide al joven es pureza y humildad. Así, hijo, sé manso y sosegado, compasivo y piadoso, considerándote siempre el último de todos y te hallarás en la verdad, con Dios. Y esfuérzate en no pensar jamás que ya has alcanzado la cima de la pureza de los santos. Más bien, repítete siempre esto: “alma mía, con tus pecados has superado hasta a los mismos demonios, y nada bueno has hecho para Dios; ¿qué haremos el Día del Juicio?”. Y que tu oración sea siempre la de un pecador, diciendo: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí!” Y, otra vez: “¡Señor, purifícame, que soy un pecador!”. Repite también. “Señor, ¡limpia todo lo oculto que haya en mí y perdona a este Tu siervo!”. Considérate siempre un puñado de inútil polvo y sabrás hallar el camino.

(Traducido de: Măria Sa Neagoe Basarab..., Insemnările monahiei Platonida, Doamna Despina a Țării Românești, Editie ingrijită la mănastirea Diaconești, Editura Bonifaciu, 2012)