Palabras de espiritualidad

¿Podemos “vacunar” a nuestros hijos contra el pecado?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Ante todo, debemos entender una cosa, por amarga que nos parezca: nuestros hijos hablan ya un idioma distinto, han recibido ya la ideología de una nueva era a nivel subconsciente...

A menudo nos preguntamos por qué algunos niños y adolecentes, provenientes de familias cristianas, habiendo aprendido desde pequeños a orar y comulgar con frecuencia, carecen casi por completo de “inmunidad espiritual”, cayendo con facilidad en las redes del pecado, o demostrando una debilidad asombrosa ante las malas influencias. Nosotros mismos nos esforzamos en cuidar a nuestros hijos de las mañas compañías, del televisor, de las discusiones e imágenes inadecuadas, de la música vulgar y de la pseudo-cultura; sin embargo, paradójicamente, todo eso es lo que ejerce la más fuerte atracción sobre ellos y una influencia muy destructiva. Es como si fueran plantas de invernadero, que mueren ante el más leve aire helado. Y es así, de cierta manera.

¿Cuál es, entonces, la “vacuna”? ¿Cómo “inmunizarlos”? Ante todo, debemos entender una cosa, por amarga que nos parezca: nuestros hijos hablan ya un idioma distinto, han recibido ya la ideología de una nueva era a nivel subconsciente, aunque muy profundamente. ¿Cómo? ¿De dónde? Es simple de explicar: del aire —sí, del aire, con el medio que nos rodea—, de la publicidad que hay en las calles, de lo que aparece en el televisor, de los medios de transporte... una ideología construida utilizando los principios de la hipnosis. Además, de la permanente vulgaridad que observamos y escuchamos en todas partes, desde los suburbios hasta en el apartamento del vecino; y de las revistas pornográficas que ahora podemos encontrar en todos los quioscos de diarios. Sí, todo esto se halla en el aire que respiramos día a día.

Nosotros les enseñamos a nuestros hijos a orar, los llevamos a la iglesia, los educamos en la Ley de Dios. Todo es correcto, pero... El mundo de la Ley de Dios es el del denuedo, el del esfuerzo espiritual, un mundo de crucificarse con Cristo. Es un mundo que no se ofrece de cualquier manera y no puede ser recibido así por así, junto con los otros valores o intereses del alma. Es un tesoro para el cual debes “vender” necesariamente todo lo que tienes.

Esto es lo mismo que ocurría con aquellos que volvían a Cristo durante el período soviético. Las personas sedientas de Justicia se apartaban de la injusticia; los que buscaban el Amor, renunciaban al desenfreno y a los apetitos; quienes deseaban alcanzar la verdadera Libertad —la libertad en Cristo— podían esforzarse y soportar la persecución. Pero es que entonces el mundo era otro. Es cierto que ya existían ideas como la del “amor libre”, pero agitaban a la opinión pública, y la sodomía provocaba un rechazo general. Si bien las libertades y los derechos de los ciudadanos eran vulnerados, había personas que luchaban por ellos con valentía y de forma desinteresada, a menudo arriesgando su propia libertad, su propia vida, sin recibir nada a cambio.

(Traducido de: Educarea copilului: sfaturi ale duhovnicilor şi psihologilor ortodocşi, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2013, pp. 52-54)