Una vez me preguntaron, en una entrevista, por qué me hice monje:“Me hice monje, para luchar con Dios y vencerlo”.

Pareciera una afirmación muy atrevida. En el Antiguo Testamento se nos cuenta que Jacob luchó con Dios y lo venció. ¿Qué significa esto?

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre es el único eslabón que une al Creador y a lo creado. A él se le confió la enorme tarea de responder por la suerte de la creación entera. Entonces, cuando dije que lo que quería era luchar con Dios, no estaba utilizando una figura de estilo... Nosotros, los que hemos elegido el camino del monasterio, hemos cumplido con las palabras de la Santa Escritura. San Basilio el Grande dice: “¿Cuál es la más importante enseñanza de la Santa Escritura a la que podría aspirar llegar?”. Y subraya las palabras del Señor para con aquel joven rico: “¿Quieres ser perfecto? ¡Deja todo y sígueme!”. Has dejado todo, has renunciado al mundo... ¡y ahora debes renunciar a ti mismo! El hombre en sociedad se apoya en su propia voluntad, con tal de resolver los problemas que van surgiendo en su camino. Pero en el monasterio debes renunciar a tu libre voluntad. Luego, ¿con quién debes luchar? Con el Creador de la libre voluntad. Teóricamente, parece sencillo, pero en la práctica...

(Traducido de: Iată duhovnicul: părintele Arsenie Papacioc, vol. II, Editura Sophia, 2006, P. 21)