Palabras de espiritualidad

¡Qué amarga es la vida del hombre endurecido e insensible!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡En la verdad de estas palabras me reconozco a mí mismo, un pecador! ¡Estaba hablando de otro, pero ese otro era yo mismo!

Yo, que escribo estas líneas, aún sin realizar nada de lo que debería hacer, ¿acaso me salvaré? Yo, el iracundo, ¿obtendré Su misericordia en la vida eterna? Yo, el ocioso e insensato, ¿tendré el don ante Él? ¡Oh, qué preguntas tan amargas y terribles, sin respuesta posible! ¡Oh, qué interrogantes tan ciertas, que entiendo con mi mente y escribo con mi mano, pero que no siento con mi corazón! ¡Oh, qué terrible estado de pecado! ¡Oh, qué amarga es la vida del hombre endurecido e insensible! Él no sabe si vive o está muerto, si duerme o está despierto, si se ha saciado o si tiene hambre. No sabe distinguir qué es lo dulce y lo amargo, qué es lo frío y lo caliente, qué es lo negro y lo blanco. ¡Oh, qué amarga es la vida del pecador e insensible! No sabe qué es bueno y qué es malo. No sabe lo dulce que son las alegrías de aquel que se esfuerza. No sabe qué es el fuego de corazón del que en verdad se arrepiente. No sabe entender cuándo es joven y cuándo ya es mayor, cuándo está sano, o cuando está enfermo. Nunca ha experimentado las inocentes alegrías de la infancia, nunca se ha encendido con el anhelo del amor de Dios. Nunca ha llorado por causa de sus pecados. No le alegra la buena acción que no hace ni le desagrada el pecado, porque no lo reconoce. Tampoco le asusta el momento de su muerte, porque jamás piensa en él. No le estremecen los tormentos del infierno, porque no los ha visto con los ojos de la fe, ni le alegra el paraíso, porque no lo desea con lo profundo de su corazón. No le entristece carecer del don del Espíritu Santo, porque no lo pide con insistencia. ¡Oh, qué amarga es la vida de semejante individuo! ¡Qué penoso es su estado, qué terrible es su final!

¡Mas resulta que en la verdad de estas palabras me reconozco a mí mismo, un pecador! ¡Estaba hablando de otro, pero ese otro era yo mismo!

(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 156)