Palabras de espiritualidad

¿Quién justifica sus faltas, esperando la piedad de Dios?

    • Foto: Andrei Agache

      Foto: Andrei Agache

El Señor no es solamente Amante de la humanidad. Él es también un Juez Justo. Él perdona solamente los pecados que hemos concientizado profundamente y de los cuales nos hemos arrepentido de todo corazón. 

En las vidas de los santos encontramos muchos ejemplos de un arrepentimiento extraordinariamente profundo. Y es que ese arrepentimiento es obligatorio para todos los cristianos que vuelven a Dios. Pero ¿qué decir de nosotros, los cristianos “normales”, quienes no podemos ser llamados “grandes” pecadores, porque no hemos vivido en el desenfreno ni nos hemos ensuciado con la lujuria, la embriaguez, la maldad o el hurto? ¿Acaso debemos arrepentirnos, o tenemos justificado decirnos a nosotros mismos, eso que muchos ya se dicen: “Pero ¿en dónde están mis ‘grandes’ pecados? ¡Lo único que tengo son pecados ‘normales’, comunes, humanos!’”.
¿Es que para empezar a arrepentirnos tenemos que haber cometido pecados muy graves? ¿Acaso esos pecados “normales” no significan nada? ¿Es que Cristo no nos pide que seamos perfectos, tal como nuestro Padre que está en los Cielos es perfecto (Mateo 5, 48)? ¿No nos amenaza Él con castigar severamente aun una palabra fuera de lugar (Mateo 12, 36)? Esto, mientras hay muchos que cometen adulterio y dicen con toda tranquilidad: “¿Y qué hay de malo en esto? ¿Es un pecado tan grande? ¡Es pura debilidad humana!”, esperanzados en el amor que Dios le tiene a la humanidad, en el hecho de que Él perdonará todas nuestras faltas. Pero ¿tienen ellos derecho a semejante esperanza? ¡Claro que no! El Señor no es solamente Amante de la humanidad. Él es también un Juez Justo. Él perdona solamente los pecados que hemos concientizado profundamente y de los cuales nos hemos arrepentido de todo corazón. Solamente así Él nos perdona con una admirable facilidad.


(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, La porțile Postului Mare. Predici la Triod, Editura Biserica Ortodoxă, Bucureşti, 2004, p. 78)