Palabras de espiritualidad

Renunciando al pecado, renunciamos al dominio del maligno

    • Foto: Crina Zamfirescu

      Foto: Crina Zamfirescu

Translation and adaptation:

Cuando hay algo que te atormenta, como la ebriedad, el desenfreno, el orgullo, o la venganza, no es la pasión en sí lo que te tortura, porque no tiene ni cuerpo ni alma, sino el demonio que la instiga, quien te empuja a cometerla.

“El Sacramento de la Confesión es llamado también el Sacramento de la Reconciliación, porque, por medio suyo, en primer lugar, después de confesar todos nuestros pecados, apartamos al demonio de nosotros. Los Santos Padres dicen que todos los pecados son demonios y que, cuando caemos en pecado y este nos domina, convirtiéndose en una pasión, el demonio entra en nosotros, de cierto modo, atormentándonos. Cuando hay algo que te atormenta, como la ebriedad, el desenfreno, el orgullo, o la venganza, no es la pasión en sí lo que te tortura, porque no tiene ni cuerpo ni alma, sino el demonio que la instiga, quien te empuja a cometerla. Por eso, San Efrén el Sirio dice que, al final de nuestra vida, nuestras buenas acciones se convierten en ángeles y nuestras malas acciones en demonios. El ángel bueno acompaña al hombre, a su derecha, en tanto que el demonio lo hace a su izquierda, hasta el trono del Juicio de Cristo. Lo ideal es que no pequemos, para que las pasiones no nos dominen y, con ellas, el demonio. Seamos libres, apartemos las pasiones. Pero el hombre se halla sometido a los pecados, por eso cae rápidamente y se levanta con dificultad.”

(Traducido de: Părintele Ioanichie Bălan, Taina împăcării, Editura Doxologia, p.6)