Palabras de espiritualidad

Ser modesto no es ser débil

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El hombre modesto jamás pierde nada en esta vida; sus talentos y cualidades no sufren merma alguna por causa de su modestia, sino que, al contrario, crecen mucho más.

En este mundo hay muchas personas que no conocen las leyes espirituales. Pero estas leyes existen y demuestran lo infundado de la incredulidad en el mundo espiritual. El hombre que, envaneciéndose, se jacta de algo, ofrece una penosa impresión —más bien, repugnante—, a todos los demás, incluso ante quienes no tienen ninguna pertenencia religiosa. Y, mientras más se jacta y se envanece, más vergüenza ajena provoca en los demás. Esta es la acción de la ley divina. Por el contrario, mientras más modesto es el hombre, más agradable parece a los demás. A los modestos los aman todos, en tanto que todo el mundo rechaza a los orgullosos. Podemos ver claramente que también en los que no creen actúa una ley inamovible; y si los que no creen no aprecian la modestia en ellos mismos, siempre aprecian la de los demás.

No nos estaremos equivocando, si reconocemos a la modestia como uno de los rasgos más reconfortantes de la personalidad humana. La modestia es, sin discusión, similar a la misericordia, porque el hombre modesto es piadoso con los demás; no solo no los sofoca con sus pretensiones, sino que tampoco los atormenta con sus ínfulas. Aunque no lo quiera, el hombre que no es orgulloso siempre honra, en primer lugar, a Dios, y después a sus semejantes, quienes reciben de Dios todos los dones.

En consecuencia, el hombre modesto jamás pierde nada en esta vida; sus talentos y cualidades no sufren merma alguna por causa de su modestia, sino que, al contrario, crecen mucho más.

De igual manera, la modestia no significa, de ninguna manera, debilidad, como creen algunos que le temen. La modestia y solamente la modestia es poder y coraje del espíritu. También en la vida de las sociedades y de los pueblos, “el orgullo precede a la perdición”. El nivel de cultura auténtica es directamente proporcional a la modestia social e internacional. Por esta razón, el Verbo, Quien fundó el mundo, asumió una vida de Hombre modesto y atravesó un camino de vida de sufrimiento, demostrando el espíritu de la modestia como una luz que guía a la gloria sin fin del Reino de los Cielos. La humildad de Jesucristo se convirtió, así, en el signo de la verdad en el hombre.

(Traducido de: Cum să biruim mândria. Lecții de vindecare a mândriei din sfaturile Sfinților Părinți, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 123-124)

Leer otros artículos sobre el tema: