Palabras de espiritualidad

Siempre hay alguien orando por ti ante Dios

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Son pocos los que permanecen al lado de cada crucificado en esta vida, y entre esos pocos se encuentra la Madre del Señor.

Ella es el modelo perfecto de la pureza y el amor llevados hasta el extremo, y la prueba de esto es que fueron pocos los que permanecieron a los pies de la Cruz del Señor, y uno de esos pocos fue precisamente la Santa Virgen María.

Del mismo modo, son pocos los que permanecen al lado de cada crucificado en esta vida, y entre esos pocos se encuentra la Madre del Señor. Porque, para llegar a nuestra restauración, necesitamos pasar por muchas “crucifixiones”, y para esto necesitamos un corazón de madre que interceda por nosotros ante Dios. Él a veces se aparta un poco de nosotros, y cuando las súplicas de los santos demoran en ser atendidas, el amor de nuestra Madre hace que la severidad de Dios se torne nuevamente en amor.

Moisés oraba, intentando mitigar el enfado de Dios (Éxodo 32):

“Aplaca Tu ira y retira la amenaza contra Tu pueblo. Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Jacob…”.

“¡No!”, respondió Dios. “¡Déjame castigarlos, porque me he enfadado con ellos y quiero reprenderlos!”.

“¡Si no los perdonas, bórrame a mí también del Libro de la Vida!”,

Y cesó la ira de Dios, y por las oraciones de Moisés, los perdonó. ¿Quién es Moisés y quién es la Madre del Señor? Cuando Dios se ha enfadado contigo y los santos no pueden aplacarlo con sus oraciones, siempre te queda alguien que jamás te abandonará: la Madre del Señor, y sus súplicas son siempre atendidas.

“Entre los siervos de Dios y la Madre del Señor hay una diferencia sin límites”, dice San Juan Damasceno.

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Din învățăturile Părintelui Arsenie Boca – Rostul încercărilor, Editura Credința strămoșească, Petru Vodă – Neamț, 2008, pp. 149-150)