No hay mejor amigo para Dios, que aquel que vive para provecho de quienes le rodean.

Por eso fue que Él nos dio la capacidad de hablar, las manos, las piernas, el vigor físico, la mente y el razonamiento, para utiizarlos para nuestra salvación y al servicio de los demás.

Las palabras no nos son útilies solamente cuando elevamos cánticos y alabanzas a Dios, sino también para enseñar a otros y aconsejarlos.

Si lo utilizamos (ese don) para tal propósito, es que somos discípulos Suyos; de lo contrario, somos discípulos del demonio.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Omilii la Matei, omilia LXXVTII, III, I în PSB, voi. 23, p. 892)