Palabras de espiritualidad

Sobre cómo actuar con nuestros parientes que no tienen relación con la Iglesia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

No sean indiferentes cuando se trate de convivir; al contrario, busquen siempre cómo llegar al corazón de esos a quienes aman. Esto no significa que deban hacer compromisos, riendo cuando sientan ganas de llorar, o interesándose de asuntos que, en el mejor de los casos, los harán dormir. Si quieren descubrir qué es lo que tienen en común con ellos, háganlo de acuerdo a lo que dice el Evangelio: “Al que pida, se le dará, el que busque, encontrará” (Mateo 7, 8).

¿Cómo actuar con nuestros parientes que no tienen relación con la Iglesia, para no molestarlos y para que ni ellos, ni nosotros, caigamos en tentación?

—Referente a esto debemos observar una norma, conforme la cual nada de lo que es bueno y normal puede ser rechazado por la Iglesia y por sus fieles. El cristianismo no es la antítesis de la vida fuera de la Iglesia. Cualquier cristiano sabe que en oposición se hallan la Iglesia y el mundo, el cristiano y el que no cree, porque el mundo es visto como un estado pecaminoso de la sociedad, como un conjunto de factores que llevan al hombre en la dirección opuesta al Cielo.

Por eso, todo lo que es bueno en el mundo debe ser visto de tal forma que puedas comunicarte no sólo con el que recién se acerca a la Iglesia, sino también con el que no cree en absoluto, incluso dentro de tu propia familia. Probablemente los que te rodean no sean capaces de escuchar, mientras comen, alguna lectura de la Vida de los Santos, como se hace en los monasterios, aunque ni siquiera los chismes que aparecen en los diarios deberían discutirse en esos momentos. En todo caso, puede hablarse de alguna obra literaria de calidad. Si, de momento, no puedes expresarles los sentimientos que experimentas durante la Liturgia dominical, al menos comentáles algo que les empiece a formar, poco a poco, la idea de lo que es ser cristiano, de tal forma que no les parezca trivial o inútil.

Talvez no puedas empezar a orar ya con tu esposo, pero una noche compartida lejos del televisor, juntos en algún parque, les ofrecerá una excusa para acercarse más, facilitando la comunicación futura entre ustedes.

Por eso, no sean indiferentes cuando se trate de convivir; al contrario, busquen siempre cómo llegar al corazón de esos a los que aman. Esto no significa que deban hacer compromisos, riendo cuando sientan ganas de llorar, o interesándose de asuntos que, en el mejor caso, los harán dormir. Si quieren descubrir qué es lo que tienen en común, háganlo de acuerdo a lo que dice el Evangelio: “Al que pida, se le dará, el que busque, encontrará” (Mateo 7, 8).

(Traducido de: Preot Maxim Kozlov, Familia - ultimul bastion: răspunsuri la întrebări ale tinerilor, traducere din limba rusă de Eugeniu Rogoti, Editura Sophia, București, 2009, pp. 289-290)