Palabras de espiritualidad

Sobre el sentido del ayuno en el matrimonio

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Un elemento importante del ayuno en la vida de familia es la continencia carnal de los esposos. Su contravención debe ser seguida de un profundo arrepentimiento.

El ayuno nos enseña a dominar nuestro cuerpo con todos sus sentidos. El ayuno nos enseña, también, a refrenarnos de las relaciones íntimas. Es importante respetar los días y períodos de ayuno (el Ayuno Mayor, el de Navidad, el de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y el Ayuno de la Dormición de la Virgen), cuando la Iglesia no oficia el Sacramento del Matrimonio. Los esposos deben contenerse, también, cuando se preparen para recibir la Santa Eucaristía. Igualmente, en las vísperas de las festividades importantes, en la Semana Luminosa (posterior a la Pascua) y en los días de la Navidad. En esos períodos, el cristiano debe llenarse del sentimiento de “alegría por Dios”, que es la felicidad más grande.

Un elemento importante del ayuno en la vida de familia es la continencia carnal de los esposos. Su contravención debe ser seguida de un profundo arrepentimiento; muchas veces, este quebrantamiento tiene como resultado embarazos “indeseados”, la enfermedad del niño concebido en esos días, etc. El stárets Ambrosio del Monasterio Óptina le escribía a un hijo espiritual suyo: “Es posible que tú seas el mismo culpable de la enfermedad de tu esposa. Talvez no has sabido respetar las festividades de la Iglesia o no le has sido fiel a tu mujer. De ahí que Dios te haya castigado con su enfermedad”. El castigo golpea justo ahí en donde los esposos han errado, aunque todas las consecuencias de las relaciones íntimas caigan sobre la mujer. El esposo debe abstenerse, por amor a su esposa, a quien, como dice el Apóstol, debe amar como a su propio cuerpo (Efesios 5, 28-30). El sentimiento de mesura y de abstención, además de la cercanía espiritual de los esposos, junto a su amor que todo lo abarca, santifican y alegran los momentos de unión carnal. Esta unión se convierte, así, en expresión y símbolo de su amor y proximidad. Dice el Apóstol San Pablo: “No se nieguen ese derecho el uno al otro, a no ser que lo decidan juntos, y por cierto tiempo, con el fin de dedicarse más a la oración. Después vuelvan a estar juntos, no sea que caigan en las trampas de Satanás por no saberse dominar (I Corintios 7, 5).

(Traducido de: Pr. Prof Gleb KaledaBiserica din casă, Editura Cartea Ortodoxă, Bucureşti, 2006, p. 206)