Palabras de espiritualidad

¡Somos más ricos de lo que creemos!

    • Foto: Tudorel Rusu

      Foto: Tudorel Rusu

Translation and adaptation:

No somos “terriblemente” ricos, ciertamente, pero somos ricos, asi que el Evangelio sí que se refiere a cada uno de nosotros.

Hace un par de años oficié los funerales de la esposa de un comerciante. En aquella ocasión, un grupo de niños huérfanos me acompañó cantando durante el oficio. Al terminar, aquel hombre se me acercó para entregarme una fuerte suma de dinero, no como ofrenda por los funerales, sino sólo para mí. Lo rechacé, diciéndole: “Disculpe, no es el momento ni el lugar”. Resignado, me respondió: “Debería aceptarlo, padre. O quizás debería darle todo lo que tengo... ¡Y es que por culpa de mis infamias fue que murió mi esposa!”. No le volví a ver. He de reconocer que desconozco que fue de él.

Lo que quiero explicar es que hay quienes que, con sus faltas, llegan a sacrificar hasta su propia familia. Por lo material. Pero por el Reino de los Cielos no arriesgamos nada, no hacemos nada. Luego, venimos aquí y decimos: “los hijos de este mundo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz ” (Lucas 16, 8), porque son palabras que se adecúan perfectamente a nosotros. Porque cuando escuchamos decir: “había un hombre que tenía un fértil huerto, que le proveía de toda clase de bienes” o “érase un hombre tan opulento, que se vestía sólo con pieles de visón”, creemos que la parábola evangélica no se refiere a nosotros, sino a otros. Pero cada uno de nosotros es más rico que otro: todos tenemos algo de más. No somos “terriblemente” ricos, ciertamente, pero somos ricos, asi que el Evangelio sí que se refiere a cada uno de nosotros. Constatamos, entonces, que estas palabras evangélicas son perfectamente apropiadas para nosotros, porque no invertimos casi nada en lo que deberíamos invertir.

(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Soțul ideal, soția ideală, Editura Anastasis, Sibiu, 2011, pp. 228-229)