Como representación mental en el corazón, en presencia de Dios, con agradecimiento, doxología, petición y arrepentimiento, la oración es perfectamente un trabajo espiritual. En el acto de la oración todo es espiritual.

El temor de Dios, es decir, la devoción más profunda, es la raíz de la oración de la cual brota el amor, la fe, la esperanza y cualquier otro sentimiento espiritual. En una oración poderosa, todos esos sentimientos refulgen en el corazón.

(Traducido de. Sfântul Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, traducere de Preot Victor Manolache, Editura Egumenița, p. 67)