Palabras de espiritualidad

Un ejemplo más de la poderosa protección de la Virgen

    • Foto: Bogdan Bulgariu

      Foto: Bogdan Bulgariu

Al escuchar esas palabras, San Nifón entendió que la Madre del Señor lo protegía y lo defendía de los ataques del maligno.

El venerable Nifón tenía esta admirable costumbre: cuando tenía que tenderse un poco para descansar, primero colocaba sobre el suelo tres piedras grandes, formando una línea, y sobre ellas extendía una pequeña frazada. Después, cantaba los himnos propios del oficio de enterramiento, como si se estuviera dando sepultura a sí mismo. Finalmente, recitaba de memoria cuatro textos de los libros de los Apóstoles y cuatro pasajes del Evangelio. Al terminar, hacía tres veces la Señal de la Cruz sobre el lecho y después se acostaba, usando una de esas piedras como cabecera. A menudo, cuando dormía era atacado por los demonios, quienes intentaban impedirle que descansara. El venerable padre tomaba su bastón y los golpeaba con una fuerza espiritual, riéndose de la impotencia de los espíritus impuros para hacerle daño, de manera que a veces se les podía escuchar lamentarse: “¿Qué podemos hacer con este hombre tan terco? A veces nos azota, otras nos condena y se burla de nuestras huestes enteras”.

Una noche cualquiera, cuando se acababa de tender para dormir, vino el demonio con un pico para golpearlo. Pero, repentinamente, lleno de pavor, el demonio salió corriendo a toda prisa, sin hacer ruido. Al huir, gritaba: “¡Oh, María, siempre vienes a quemarme, protegiendo siempre a este testarudo!”.

Al escuchar esas palabras, San Nifón entendió que la Madre del Señor lo protegía y lo defendía de los ataques del maligno. Por eso, cada noche, antes de acostarse, toamaba un poco de aceite de la lamparilla y se ungía la frente, las orejas y todos los sentidos. Habiendo comprobado la fuerza del aceite santificado por la Madre del Señor y por todos los santos, empezó a compartirlo con quienes venían a visitarle, para que se ungieran antes de irse a dormir. Esa fue la razón por la cual, aquella noche, el demonio huyó y se hizo invisible.

(Traducido de: Viața și învățăturile Sfântului Ierarh Nifon, traducere de Protosinghel Petroniu Tănase, Editura Mânăstirea Sihăstria, Vânători, 2004, p. 43)