Palabras de espiritualidad

Cualquier alegría es aún más grande después de ser pacientes y ayunar

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Observa lo que sucede con las cosas de la naturaleza: ¿Acaso el sol no es más radiante cuanto termina la noche? ¿Acaso no es más dulce el sueño después de haber velado? ¿Acaso la salud no es más apreciada después de la prueba de la enfermedad? De igual manera, los alimentos son más agradables después de haber ayunado.

No existe nada bueno que no alejemos con el continuo regodeo, mientras que, al contrario, a menudo sucede que se nos antoja comer precisamente aquello que raras veces consumimos. Por eso fue que nuestro Creador creó la variedad en nuestra vida, para que podamos gozarnos de todas Sus bondades. Observa lo que sucede con las cosas de la naturaleza: ¿Acaso el sol no es más radiante cuanto termina la noche? ¿Acaso no es más dulce el sueño después de haber velado? ¿Acaso la salud no es más apreciada después de la prueba de la enfermedad? De igual manera, los alimentos son más agradables después de haber ayunado. Esto es válido para todos, tanto para los opulentos que se permiten los más ricos manjares, como para los pobres que se conforman con algo modesto sobre la mesa.

Acuérdate con estremecimiento del rico de la parábola (Lucas 16, 19-31). Sus interminables placeres lo llevaron al fuego eterno. No fue condenado por alguna injusticia, sino debido a los deleites y comidas con los que se complacía sin límite, así como por su indiferencia frente a la pobreza de Lázaro. Por eso fue castigado de forma tan severa. ¿Y acaso no fueron el ayuno y la paciencia los que le dieron descanso a Lázaro? La parábola no nos habla de otras virtudes suyas, sino sólo sobre esas dos que, como alas, lo alzaron y le hicieron descansar en el seno de Abrahán.

Entonces, espabílate, no sea que aunque hoy puedas gozarte de licores selectos, despreciando el agua, mañana debas suplicar por al menos una gota de ésta, como le pasó a aquel rico. Nadie ha sufrido nunca algún perjuicio por haber bebido agua; no hay nadie que se haya embriagado con ella, nadie ha sufrido de dolores de cabeza o aturdimiento por culpa del agua. Al contrario, la saciedad e hinchazón que viene después de tus banquetes, pueden provocarte terribles enfermedades.

(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 117-118)