Palabras de espiritualidad

Cuando el corazón del Señor se une al del hombre: el buen temor de Dios

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

De esta manera “hacemos realidad la obra de nuestra santificación en el temor de Dios" (II Corintios 7, 1).

El temor de Dios es algo infinito. Cuando lo experimentamos, tal como es debido, con fe y con amor, nos hacemos herederos de Su vida, como cantamos el “Proquimen Mayor”: “Tu herencia les has dejado a quienes le temen a Tu Nombre”. Necesitamos del temor de Dios, así como necesitamos de Su amonestación, para que nuestro espíritu arda incesantemente con Su amor y Su vida se haga la nuestra, no sólo aquí, en este mundo, sino también en la vida futura.

Los justos vivirán por su fe y nosotros seremos contados entre ellos, sólo si logramos mantener hasta el final nuestra unión con Cristo. De igual forma, nos podremos llamar “justos”, si nuestra fe actúa mediante el amor" (Gálatas 5, 6) y se fortalece diariamente en el conocimiento y el amor a Dios. Entonces el corazón del Señor se une al del hombre eternamente y éste canta un cántico nuevo a su Señor y Protector. De esta manera “hacemos realidad la obra de nuestra santificación en el temor de Dios" (II Corintios 7, 1) y cumplimos con el propósito para el cual Dios nos sacó de la oscuridad de la inexistencia, para llevarnos a la vida y así pudiéramos conocerlo a Él.

(Traducido de: Arhimandrit Zaharia Zaharou, Adu-ţi aminte de dragostea cea dintâi (Apocalipsa 2, 4-5) – Cele trei perioade ale vieţii duhovniceşti în teologia Părintelui Sofronie, Editura Doxologia, Iaşi, 2015, p. 95)