Palabras de espiritualidad

El matrimonio, la relación más difícil

    • Foto: Benedict Both

      Foto: Benedict Both

Sólo con la gracia de Dios es posible la realización del matrimonio.

Para poder optar al matrimonio, la persona debe haber alcanzado ya cierta madurez. Quienes no se han desarrollado normalmente —como personas— para la edad que tienen, los que aún dependen de sus padres, los que necesitan seguridad y que otros les satisfagan sus necesidades, o quienes esperan tan sólo la satisfacción de sus propias necesidades psicológicas e íntimas, o gozar de protección material y emocional, no pueden asumir una responsabilidad que implica consumirse a sí mismo, como lo hace el matrimonio. Los que quieran dominar y utilizar al otro para fortalecer su propia idea de sí mismos, para sentirse poderosos y valientes, no podrían ejercer el auto-sacrificio y participar del dolor del otro, sin lo cual no existe el matrimonio.

Esta madurez, sin embargo, no se obtiene de un día para otro, porque es producto de una vida familiar sana. La capacidad de darse al otro, de interesarse en sus necesidades, de sacrificar sus propios deseos por el bien del otro, la capacidad de aceptar la responsabilidad de apreciar las cualidades de la otra persona y al mismo tiempo mantener la auto-estima, son dones que se reciben de los padres, siendo condiciones necesarias para decidirse a contraer matrimonio. La persona debe ser, en este sentido, sana, para poder pensar en casarse.

Es evidente que, de acuerdo a las medidas de lo humano, el matrimonio es la relación más difícil. Ni siquiera las relaciones entre vecinos, entre profesionales, o las relaciones interétnicas son tan difíciles como la relación conyugal. En ninguna otra relación existe tanta tensión, pero tampoco tanta felicidad, porque en la base del matrimonio se halla la capacidad de tener la más bella o la peor de las experiencias humanas. Luego, el matrimonio correcto es la condición para tener éxito en todas las demás esperanzas personales y colectivas de la persona.

(Traducido de: Părintele Filoteu Faros – Părintele Stavros Kofinas, Căsnicia – dificultăți și soluții, Editura Sophia, București, 2012, p. 134-136)