Palabras de espiritualidad

“¿Es este acaso el ayuno que me agrada?” (Isaías 58, 6)

    • Foto: Ioana Stoian

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El ayuno debe ser una decisión firme de cada uno, teniendo como motivación el amor a Cristo y la necesidad espiritual de crecer.

En el primer día del Gran Ayuno, nuestros abuelos subían al ático los utensilios que servían para preparar comida “que no fuera de ayuno”, y sacaban los que servían para la comida “de ayuno”, y así evitar mezclarlos.

San Juan Crisóstomo, en su Homilía sobre los gozos eternos, hace una bella comparación entre la vida de aquí y la vida eterna: habla de la vida en este mundo como si fuera un estadio en el que se desarrolla una competición, cuyo premio es la vida eterna.

Un texto muy útil para cuando ayunamos, nos lo ofrece el profeta Isaías, cuando reprende al pueblo elegido por no ayunar como Dios quería. Y, releyendo esos versículos, vemos que lo mismo sigue ocurriendo hoy: ayunamos, sí, pero al mismo tiempo odiamos a nuestro hermano; ayunamos, pero los domingos y los días festivos nos ponemos a hacer limpieza en casa; ayunamos, pero no queremos saber nada de practicar la caridad. Sobre la caridad, San Juan Crisóstomo, en su Homilía sobre el profeta Elías y la viuda de Sarepta, dice que la caridad sin la castidad puede salvar, pero la castidad sin caridad no.

¿Quién le ordena a cada uno que ayune?

Solamente nuestro amor a Dios y el deseo de ser mejores en lo espiritual. El ayuno debe ser una decisión firme de cada uno, teniendo como motivación el amor a Cristo y la necesidad espiritual de crecer.

En las vidas de los santos ascetas encontramos muchas veces el llamado a entender que el cuerpo es un cruel señor, pero un buen siervo, y que sin ayuno no podremos hacer que nos obedezca. No solamente se trata de que los médicos nos recomienden el ayuno y una alimentación constituida por vegetales en una proporción mínima del 50%, sino que también sentimos la necesidad de mitigar un poco el cuerpo, para que el alma pueda alzarse más fácilmente a Dios.

¿Qué hay que hacer para que nuestro ayuno sea siempre agradable a Dios?

Un viejo proverbio chino dice que “un viaje de mil millas empieza con el primer paso”; en nuestro caso, en primer lugar debemos decidirnos a partir en esa “peregrinación” en búsqueda de Dios, para invitarlo a vivir en nosotros. Por otra parte, un viaje no consiste solamente en dar el primer o el último paso, sino que hay que darlos todos. No hay problema si este año nos decidimos a ayunar una o dos semanas, porque el año siguiente podremos agregar otra, y así sucesivamente, siempre según nuestras posibilidades. Otra cosa a tomar en cuenta es que no podemos ayunar y al mismo tiempo hacerles el mal a los demás; no podemos ayunar y juzgar a los otros; no podemos ayunar y también despreciar a quienes nos rodean. No, no podemos. Con el ayuno, el medicamento llamado “caridad” ablanda la dureza del corazón.

¿Si vemos el ayuno como una competencia espiritual, quiénes serían los que compiten?

En esa competencia, la contienda es contra uno mismo y contra todo lo que podría desviar al cristiano de su objetivo, que es la vida en Cristo.

En el mundo actual, que tanto ama el deporte, podríamos considerar al ayuno como un ejercicio de calentamiento y activación de nuestras fuerzas espirituales, para tonificarnos el alma y así poder encontrarnos con Dios.

(Padre Ilie Caraghiaur, parroquia “Santos Emperadores, iguales a los apóstoles, Constantino y Elena”, Iași, Rumanía)