Palabras de espiritualidad

Es importante repetir la “Oración de Jesús”

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

El Nombre de Jesús nos fue revelado desde lo Alto y encierra en Sí mismo la Gracia, la energía de la salvación.

¿Qué es más valioso para el principiante, la “Oración de Jesús” o la oración leída, como los acatistos, las paráclesis...?

—Creo que no hay otra oración tan poderosa como la “Oración de Jesús”. El Nombre de Jesús nos fue revelado desde lo Alto y encierra en Sí mismo la Gracia, la energía de la salvación. Invocando incesantemente este Nombre, esa Gracia crece en nuestros corazones, hasta edificar, en nuestro interior, la Iglesia de Dios, esa que no podría crear la mano del hombre. Este es el propósito de todas las oraciones de la Iglesia. Ciertamente, necesitamos de ambas formas de oración, empezando con las que se hacen durante los oficios litúrgicos; no obstante, necesitamos, en mayor medida, de la “Oración de Jesús”. Voy a poner un ejemplo. De la misma forma en que, en la vida secular, para que alguien pueda ser escritor debe aprender antes la gramática y la sintaxis del idioma en el que quiere escribir, así también —en la Iglesia—, leemos los oficios y oramos con los textos escritos para tal efecto, para que podamos aprender el idioma de la Iglesia, el idioma con que la Iglesia le habla a Dios. Así, cuando asimilemos el lenguaje de los oficios litúrgicos, podremos empezar a hablarle a Dios directamente desde el corazón, permaneciendo en el espíritu del lenguaje de la Iglesia.

Creo que necesitamos de ambas formas de oración. Sin embargo, personalmente, considero que necesitamos mucho más el Nombre de nuestro Señor Jesucristo. Porque si este Nombre se adhiere a nuestra respiración, nos abrirá todas las puertas que debemos abrir hasta llegar a las puertas del Cielo. El primero y el más grande de los apóstoles, Pedro, después de recibir la lengua de fuego en el Pentecostés, dijo: “No se nos ha dado a los hombres ningún otro nombre debajo del cielo para salvarnos”, sino el Nombre de Jesucristo (Hechos 4, 12). Estas palabras de San Pedro son verdaderamente maravillosas, y debemos seguirlas.

(Traducido de. Arhimandritul Zaharia Zaharou, Merinde pentru monahi, Editura Nicodim Caligraful, Sfânta Mănăstire Putna, p.94)