Palabras de espiritualidad

La Cruz es el rostro de Dios dirigido a los hombres

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Los que no veneran la Cruz del Señor dicen que la cruz era un simple instrumento de tortura. Claro que también fue un instrumento de tortura, pero si el Señor quiso recibir ese suplicio, es que la Cruz es mucho más que una forma de tormento: es también un “altar de sacrificio”.

Aunque en la Escritura no hallemos algún mandamiento específico para venerar la Santa Cruz, es lógico que lo hagamos. ¿Por qué? Ante todo, debemos saber que en la Escritura no aparece escrito todo lo que quisiéramos, porque es una colección de libros escritos en momentos distintos. Entonces nadie se preguntó si había que instituir la veneración a la Santa Cruz. De forma tradicional, es decir, oralmente, sin que quedase escrito, los cristianos empezaron con esta práctica, sin más, del mismo modo en que también nosotros deberíamos aceptarla, sin discusiones, porque consta en la Tradición de nuestra Iglesia. Lo que sí es seguro, es que hay textos en los que se demuestra que en el siglo IV ya existía esa práctica y la de hacerse la Señal de la Cruz. Si, no obstante, queremos algún otro fundamento, lo podemos encontrar, pero de forma indirecta. Hablando lógicamente, las cosas están así: la Cruz no fue solamente un instrumento de tortura para el Señor, sino que ante todo fue un altar de sacrificio. ¿Por qué? Porque nuestro Señor Jesucristo aceptó padecer y ser crucificado. Entonces, la Cruz se convirtió, de un instrumento de tortura, como creían quienes crucificaron al Señor, en un “altar de sacrificio”. Y el altar es un objeto de veneración en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, la Cruz representa también la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Si luego de la Pasión no hubiera seguido la Resurrección, el sacrificio del Señor no hubiera tenido el valor que nosotros creemos que tuvo.

En consecuencia, honramos la Santa Cruz y honramos el sacrificio de Cristo y Su Resurrección. Y hay algo más, que es muy importante: el sacrificio del Señor es el signo de Su amor. Alguien decía que la Cruz es el rostro de Dios dirigido a los hombres. ¿Por qué? Porque Dios es amor, y el amor se demuestra en el sacrificio. Así, mostrándosenos en el sacrificio, el amor es el rostro de Dios dirigido hacia nosotros, los hombres.

Asimismo, tenemos otros fundamentos indirectos. El Santo Apóstol Pablo dice: “¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!” (Gálatas 6, 14), entendiendo por “cruz”, sin duda, la amorosa fuerza del Señor y, a la vez, el símbolo de este sacrificio. Los que no veneran la Cruz del Señor dicen que la cruz era un simple instrumento de tortura. Claro que también fue un instrumento de tortura, pero si el Señor quiso recibir ese suplicio, es que la Cruz es mucho más que una forma de tormento: es también un “altar de sacrificio”. Esto es importante de retener. El Señor quiso y hasta dispuso que recordáramos Su oblación, Su Pasión. Él dispuso que recordáramos todo eso en la Divina Liturgia, en la Eucaristía. Esto significa que nuestro Señor Jesucristo, Quien dijo: “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en Su gloria? (Lucas 24, 26), se alegra de la honra que ofrecemos a Su Cruz, porque nosotros nunca separamos a nuestro Señor Jesucristo de la Cruz, ni a la Cruz de Él.

(Traducido de: Arhim. Teofil Părăian, Puncte cardinale ale Ortodoxiei, Editura Lumea credinței, pp. 156-157)