Palabras de espiritualidad

La mejor forma de resolver los conflictos de pareja

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Como era de suponerse, yo dí rienda suelta a ese tonto hábito de gritar tan fuertemente, que todo el vecindario pudo oírme. Tranquilamente, ella me detuvo y me dijo que conocía una forma mejor de resolver todo.

Esfuércense por bajar —y no subir— el tono de su voz. Esta norma la descubrimos y consolidamos con tu mamá en el primer período de nuestra relación, aún antes de casarnos. Al igual que muchas otros hermosos aspectos de nuestro amor, todo fue consecuencia de su forma de ser más sosegada. En la bulliciosa casa de mis padres todos gritábamos y, una vez enfadados, el tono de nuestras voces se alzaba proporcionalmente a nuestro nivel de ira.

Ya te he dicho antes que me enamoré de la voz de tu madre, sin tan siquiera haberle visto el rostro. En un curso de filología, para animar el ambiente, nuestro profesor le pidió a una chica que recitara algunos versos de Shakespeare. Era aquel un salón enorme y yo me distraía viendo por la ventana, contando los días para que empezara el campeonato universitario de fútbol. Repentinamente, una voz como de ángel llenó mis oídos. Inmediatamente comencé a buscar la fuente de aquel tono sereno y apacible, y una vez la encontré, me hice un juramento: cuando me llegara el momento de tener novia, ella tenía que ser la elegida. El resto ya lo sabes. Cuando comenzamos a salir, sentí en verdad eso que Shakespeare quiso decir con las palabras: “Su voz era tierna, dulce y serena... ¡qué cosa tan encantadora en una mujer!”.

Y, tal como sucede con todas las parejas de enamorados, el primer conflicto no tardó en aparecer. Como era de suponerse, yo dí rienda suelta a ese tonto hábito de gritar tan fuertemente, que todo el vecindario pudo oírme. Tranquilamente, ella me detuvo y me dijo que conocía una forma mejor de resolver todo. “Vamos a entendernos”, dijo, “cada vez que discutamos, bajemos el tono una octava, en vez de subirlo dos”.

No fue fácil. Para un hombre, bajar el tono de la voz requiere un gran dominio de sí mismo. Lo mismo es aplicable, a veces, para las mujeres.

(Traducido de: Charlie W. Shedd, Scrisori Caterinei. Sfaturi unei tinere căsătorite, traducerea Preot Constantin Coman, Garoafa Coman, Editura Bizantină, București, pp. 57-58)