Palabras de espiritualidad

La verdadera y la falsa dulzura de la mente

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

El deleite carnal se asemeja a una mosca que, después de beber la dulzura de la miel, no puede ya levantar el vuelo, por haberse quedado pegada a esta, muriendo poco después. Es una trampa, un engaño, dulce en la superficie, pero que al ser ingerido, trae una muerte llena de tormentos.

Has llegado a entender muy bien —tanto por tus propios medios, cual versado, como por medio de las Divinas Escrituras, cual amante de la enseñanza— que la verdadera dulzura de la mente consiste en deleitarse siempre con las bellezas de lo divino. La inclinación a la dulzura de los sentidos (carnal, material) es contraria a su (usual) naturaleza. (Esta tendencia) es forzada, viciosa, corrupta y completamente ajena a ella. (...)

Por esta razón, también San Juan Crisóstomo señala que las dulzuras del cuerpo son los verdugos del cuerpo, e incluso peores que verdugos, diciendo: “Esos deleites son terribles verdugos del cuerpo y aún peores que los verdugos, porque atan con fuertes redes que no han sido hechas por mano humana” (Prédica sobre Santa Tecla, protomártir). Y, para agregar un ejemplo propio, podría decir que esa dulzura se parece a una escofina untada con aceite, que un gato se acerca a lamer; así, lamiendo el aceite, lame también la sangre que brota de su propia lengua. El deleite carnal se asemeja a una mosca que, después de beber la dulzura de la miel, no puede ya levantar el vuelo, por haberse quedado pegada a esta, muriendo poco después. Es una trampa, un engaño, dulce en la superficie, pero que al ser ingerido, trae una muerte llena de tormentos.

(Traducido de: Sfântul Nicodim Aghiritul, Paza celor cinci simțuri, Editura Egumenița, p. 118-119)