«Y dijo Jesús: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos”». Los que “no ven” son la gente sencilla, que con la simplicidad de su corazón creía en el Señor; y los que “ven” son los escribas y sabios de aquel tiempo, que por el orgullo de su mente no creían y tampoco dejaban al pueblo creer.

Los “inteligentes” de hoy se creen clarividentes, y con esto se apartan de la fe en Dios, a la cual se aferran fuertemente los sencillos de corazón y de mente. Y, según la verdad del Señor, los ciegos son ellos, mientras el pueblo ve. Son precisamente como esas aves que ven de noche, pero no de día. La verdad de Cristo es algo oscuro para ellos, en tanto que la mentira, que es contraria a esta verdad, a ellos les parece clara, porque es su elemento. Aunque esto sea demasiado evidente, ellos siempre preguntarán: “¿Acaso estamos ciegos?”. No hay nada qué esconder: están ciegos. Y ya que están ciegos por su culpa, el pecado de su ceguera y de su incapacidad para ver la luz sigue cayendo sobre sus hombres. Pueden ver, pero no quieren, porque aman los engaños de la mentira.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, traducere din limba rusă de Adrian şi Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 44-45)