La vida espiritual no consiste en ver nuestras virtudes, sino nuestros pecados. Lo primero lleva al orgullo, y lo último, a la humildad, con la cual también las otras virtudes se mantienen firmes y no envanecen nuestro pensamiento por ellas. El enemigo nos ataca de diversas maneras: si no puede atraernos al pecado, nos inspira ideas sobre nuestro propio progreso y oscurece nuestra mente, apartándonos de Dios. Pero el verdadero camino del cristiano consiste en la renuncia a la voluntad propia y a nuestros pensamientos, y la desconfianza en uno mismo.

Pero ustedes, hermanos, al vivir su camino de esfuerzo espiritual, han puesto más atención y energía en lo exterior, es decir, priorizando la práctica del ayuno, la regla de oración y otras labores semejantes, descuidando un poco el trabajo interior. Esta es la razón por la cual me parece que no han alcanzado la paz interior… De sus esfuerzos externos han obtenido esperanza y hasta alegría, pero no obtuvieron la paz porque no tenían humildad.

(Traducido de: Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, volumul I, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 161)