Palabras de espiritualidad

Un santo nos habla de las virtudes del cristiano, especialmente las del monje

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La humildad es la puerta del Cielo. Pero la corona de todas las virtudes sigue siendo el amor. Este lleva el alma desde la puerta del Cielo hasta el Trono de la Santísima Trinidad”.

Un día, un hombre vino a buscar al padre Cleopa, para quejarse de que alguien le había robado su caballo. El padre le dijo que estuviera tranquilo, que al llegar a casa el animal lo estaría esperando en el huerto. Y así fue. Al volver a casa, el hombre encontró su caballo pastando tranquilamente. Inmediatamente se puso de rodillas y le agradeció a Dios por el auxilio recibido.

Una vez, una fiel que tenía una gran aflicción le entregó una petición de oración al padre Cleopa. Pasado un tiempo, la mujer volvió para agradecerle con lágrimas por la ayuda recibida. Pero él le decía que no recordaba nada; ella, sin embargo, insistía, recordándole las circunstancias de aquel momento. Entonces el padre buscó en sus bolsillos y sacó un papel arrugado, preguntándole si acaso esa era su petición. Al reconocerla, la mujer confirmó que sí, y el padre le dijo: “Mira, yo ya lo había olvidado desde entonces. Pero tu fe fue la que obró, y el Señor te libró de la aflicción”.

En otra ocasión, una mujer acudió al padre Cleopa acompañada de su hijo. Cuando él les dio la bendición, sin conocerla de antemano, le dijo: “¡Qué difícil ser madre!”. En la homilía de esa noche, el padre habló mucho en contra de la lujuria y la embriaguez, pasiones que dominaban al hijo de aquella mujer. Tiempo después, ella misma habría de confesar que, después de aquella visita al monasterio, su hijo había logrado abandonar por completo esas pasiones, gracias a las oraciones del padre Cleopa.

Un día, el padre Cleopa dijo: “Un verdadero monje debe cultivar todas las virtudes. Pero tiene que hacer hincapié en la humildad, porque esta es la puerta del Cielo. La humildad nace de la obediencia. La corona de todas las virtudes, sin embargo, sigue siendo el amor. Este lleva el alma desde la puerta del Cielo hasta el Trono de la Santísima Trinidad”.

Un día, un monje lo acompañó para mostrarle la iglesia que se estaba construyendo dentro del monasterio. Después de escuchar tas palabras del monje, que no podía ocultar su admiración por la belleza del nuevo templo, el padre Cleopa le dijo: “Sí, hermano. Pero tienes que saber que es mucho más difícil hacer un monje verdadero, que una catedral”.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 760-761)