Acercándonos a Él con la fe de un niño
Hay que acercarse al Sacramento de la Eucaristía sin dudar nada.
Algunos de los que se confesaban, a pesar de venir llenos de una sincera contrición por sus pecados, no podían escapar de cierta turbación, y se preguntaban si acaso se habían purificado suficientemente de sus faltas, como para hacerse dignos de recibir los Santísimos Sacramentos de Cristo. Así, se acercaron al venerable asceta y le confiaron su preocupación. Para animar a estas personas, avivando la esperanza en la misericordia que Dios nos muestra permanentemente —para lo cual solamente se nos pide que nos preparemos para iniciar, en la medida de nuestras fuerzas, el camino de la salvación—, el padre escribió:
“Hay que acercarse al Sacramento de la Eucaristía sin dudar nada. Si nos acercamos con fe en el Señor, Quien está presente en los Sacramentos, con devoción y preparados para poner todas nuestras fuerzas solamente a Su servicio, no tiene sentido cavilar, pensando en nuestra indignidad. No hay nadie que pueda considerarse completamente digno de comulgar. Por eso es que debemos recordar siempre la misericordia de Dios. Él ama a quienes comulgan y mira con piedad e indulgencia los defectos que presentamos en el estado de espíritu que deberíamos tener. La misma Comunión irá corrigiendo esos vacíos, poco a poco. Llenémonos, pues, de coraje, que el maligno no duerme y anda siempre buscando a quién desviar del camino. ¡Que el Señor nos libre de esas tentaciones! ¡Ofrezcámosle al Él todo lo que tenemos, cual niños, con nuestra oración! Y Él, lleno de bondad, aceptará nuestra súplica y dispondrá todo como es mejor”.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, Galați, p. 145)