Admirar a Dios es conocerlo
Ante los misterios, sin importar cuáles sean, hay una sola actitud posible, verdaderamente ortodoxa: experimentar una profunda admiración hacia todas las cosas de Dios.
Ante los misterios, sin importar cuáles sean, ante los misterios de la fe, así se trate de los siete Sacramentos, por los que recibimos la Gracia de Dios, el don restaurador del Señor, o los misterios de la fe (la Encarnación del Señor, el Misterio de la Santísima Trinidad, el Misterio de la Resurrección, el Misterio de la Ascensión, el Misterio del Descenso del Espíritu Santo), tenemos que admitir que siempre seguirán siendo misterios, cosas insondables, algo que está más allá de nuestro entendimiento. Ante los misterios, sin importar cuáles sean, hay una sola actitud posible, verdaderamente ortodoxa: experimentar una profunda admiración hacia todas las cosas de Dios.
San Isaac el Sirio dice que “aquel que no se deja asombrar por Dios, es que aún no lo conoce”. Quien no siente admiración ante Dios, simplemente no lo conoce. Sabe de Él, pero no lo ha encontrado. Quien se encuentra con Dios, se queda admirado ante Su grandeza.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Învierea lui Hristos, înnoirea vieții noastre, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 10-11)