Al callar y honrar a tu semejante estás protegiendo tu propia paz interior
Para no caer en el pecado de juzgar a tu hermano, ten cuidado en no aceptar ningún pensamiento malo sobre nadie y en ser como un muerto para todos.
Para conservar la paz espiritual, debes alejar toda tristeza y esforzarte en mantenerte contento, siguiendo aquellas palabras del Eclesiástico: “porque la tristeza perdió a muchos y no sirve para nada” (Eclesiástico 30, 23).
Si quieres conservar tu paz espiritual, debes evitar —a toda costa— juzgar a los demás. Al callar y honrar a tu semejante estarás protegiendo tu propio sosiego interior. Y cuando el hombre alcanza este estado, recibe ciertas revelaciones divinas.
Para no caer en el pecado de juzgar a tu hermano, ten cuidado en no aceptar ningún pensamiento malo sobre nadie y en ser como un muerto para todos.
Para conservar tu paz interior, dirígete constantemente a ti mismo y pregúntate: “¿En qué estado me encuentro?”. Debes procurar que tus sentidos, especialmente la vista, sirvan sólo al hombre interior, para que nada inútil entre al alma. Los dones gratíficos del Espíritu Santo son alcanzados sólo por esos que trabajan en su interior y velan por sus almas.
(Traducido de: Un serafim printre oameni Sfântul Serafim de Sarov, traducere din limba greacă de Cristian Spătărelu, Editura Egumeniţa, 2005, pp. 327-328)