Alegrarse en el dolor
En la medida en que piensas y sufres por el hecho de que Cristo se hizo crucificar por nuestros pecados, en esa misma medida eres recompensado con el gozo divino.
Padre, ¿cómo puede una persona conservar la alegría en su interior?
—Si enfrenta todo de una forma espiritual. Entonces, ni las enfermedades ni las pruebas podrán arrebatarle su alegría.
Para enfrentar espiritualmente las pruebas, ¿no es necesario que el hombre se haya librado de sus propias pasiones?
—Puedes sentirte feliz cuando tienes que hacer frente a las pruebas y las aflicciones, aunque no te hayas librado de tus propias pasiones. Si piensas que esas tribulaciones son como medicamentos para tus pasiones, las sufres con gozo, como el enfermo que ingiere un medicamento amargo, sabiendo que le ayudará a recuperarse.
¿Cómo entrelazar la alegría con el dolor?
—Con la vida espiritual sucede algo paradójico: cuando el hombre es paciente por amor a Cristo, incluso hasta llegar al martirio, su corazón se llena de un profundo gozo divino. Lo mismo ocurre cuando se hace partícipe de la Pasión del Señor. Es decir que, en la medida en que piensas y sufres por el hecho de que Cristo se hizo crucificar por nuestros pecados, en esa misma medida eres recompensado con el gozo divino. Sufres, te alegras; sufres, te alegras. Y, mientras más sufres, más te alegras. El hombre siente entonces el consuelo de Cristo, Quien le dice: “¡Hijo mío, no te aflijas por Mí!”.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi şi virtuţi, Editura Evanghelismos, pp. 305-306)