Palabras de espiritualidad

¿Alguien duda de la fuerza de la oración?

    • Foto: Ovidiu Proca

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Porque toda oración que se hace con devoción y suficiente atención —aspectos indispensables—, se eleva y se presenta ante Dios, Quien escucha nuestra petición.

La tercera parte de la redención es la santa oración, que, cuando es practicada con fe y mucha humildad, nos ayuda a recibir lo que le pidamos al Señor, tal como Él mismo nos lo enseña desde las páginas del Evangelio. Lo importante es pedirle cosas realmente necesarias para el bien de nuestra alma. Porque toda oración que se hace con devoción y suficiente atención —aspectos indispensables—, se eleva y se presenta ante Dios, Quien escucha nuestra petición. Y si a veces tarda un poco en respondernos y darnos el don que le pedimos, nuestro sapientísimo Bienhechor lo hace para que perseveremos, de manera que, después de recibirlo, sepamos varorarlo y cuidarlo.

La oración extingue los pecados del que ora, como sabemos desde el ejemplo del publicano. Ciertamente, la oración asusta y ahuyenta a los demonios, se impone sobre lo etéreo y puede incluso disponer del cielo y la tierra, como se ha visto en muchos lugares a través del tiempo. Fue con su oración que Moisés separó el Mar Rojo para que por él pasaran los israelitas. Lo mismo ocurrió con Josué, quien oró para que todos pudieran atravesar el Jordán, y también detuvo el curso del sol durante seis horas. Muchos otros santos fueron capaces de prodigios similares. O recordemos cómo Elías ordenó a los cielos que se cerraran, y no llovió durante tres años y seis meses, después de los cuales, orando también, hizo que volviera a llover abundantemente.

(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, pp. 358-359)