Nuestra principal preocupación en esta vida debe ser perdonar y orar por quienes nos han hecho el mal. Quien perdona con todo el corazón y ora por sus enemigos, recibe, a su vez, el perdón de Dios por sus pecados. Cosechamos lo que sembramos. Nada más.

El esfuerzo, el ayuno, la oración, la vigilia y la caridad transforman nuestro corazón, haciéndolo indulgente y capaz de amar a los demás, de tal forma que su dolor se convierte también en el nuestro. Aprehendamos todo lo que podamos del Evangelio, para que Cristo viva en nosotros y, poco a poco, podamos deificarnos.

¡Ama a tus hermanos! Tu amor se hará evidente cuando dejes de pensar en sus debilidades y faltas. El amor te protegerá del pecado. No pienses en nada más que en tus propios pecados, reprendiéndote constantemente por ellos. Este es el mejor camino.

(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovniceşti, traducere Părintele Victor Manolache, Ed. Egumeniţa, Alexandria, 2012, pp. 92-93)