¡Ama y serás amado!
Sean cuidadosos al relacionarse con los demás, respetándose unos a otros, como tratándose de personas santas, imágenes mismas de Dios. No se fijen en el cuerpo y en la belleza física, sino en la belleza del alma. Prioricen el amor, porque cuando el alma no está llena de una fe pura, el amor se halla en riesgo de devenir en un sentimiento meramente físico y artificial, oscureciendo la mente y ardiendo el corazón.
Busquen el amor y pídanselo diariamente a Dios. Con él vienen siempre todas las demás bondades y virtudes. ¡Amen y serán amados! Entréguenle a Dios todo su corazón, para poder permanecer en el amor. “Dios es amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él” (I Juan 4, 16). Sean cuidadosos al relacionarse con los demás, respetándose unos a otros, como tratándose de personas santas, imágenes mismas de Dios. No se fijen en el cuerpo y en la belleza física, sino en la belleza del alma. Prioricen el amor, porque cuando el alma no está llena de una fe pura, el amor se halla en riesgo de devenir en un sentimiento meramente físico y artificial, oscureciendo la mente y ardiendo el corazón.
Observen, cada día, si su amor brota del amor común a Cristo, de la plenitud del amor al Señor. El que vela para mantener impoluto su amor, será librado de las trampas del maligno, quien se esfuerza en transformar, poco a poco, el amor cristiano en uno común y sentimental.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 282-283)