Palabras de espiritualidad

¿Amas más a los animales que a tu propio hermano?

  • Foto: Andrei Agache

    Foto: Andrei Agache

Los animales salvajes, al igual que los animales domésticos y todas las demás criaturas, no son sino polvo, y no debemos atar nuestra mente al polvo, sino amar con todas las fuerzas de nuestra mente al Señor y a Su Santísima Madre.

Hay personas que se prendan de los animales y los aman, los acarician y hasta hablan con ellos. Esas personas han perdido el amor a Dios, y con este, el amor a sus semejantes, por los cuales el Mismo Cristo murió en medio de grandes tormentos. Tratando así a los animales, las personas cometen una gran necedad. La compasión del hombre para con los animales se demuestra procurándoles lo necesario para que vivan, pero no encariñándose con ellos, ni amándolos, ni hablándoles como si se tratara de otras personas... eso lo hace solamente un alma insensata.

El alma que conoce al Señor se mantiene siempre en Su presencia, con temor y con amor. Entonces, ¿cómo es posible que esa alma ame y hable con los animales del establo, con los gatos y los perros? Esto significaría que el hombre ha olvidado el mandamiento de Cristo de amar a Dios “con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente” (Mateo 22, 37).

Los animales salvajes, al igual que los animales domésticos y todas las demás criaturas, no son sino polvo, y no debemos atar nuestra mente al polvo, sino amar con todas las fuerzas de nuestra mente al Señor y a Su Santísima Madre, nuestra protectora, y a los santos, honrándolos. Ellos oran por nosotros y se entristecen cuando infringimos los mandamientos de Dios.

(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 251)