¡Antes de cualquier cosa, ora!
Anhelemos con todo el corazón que el Señor nos revele Su voluntad en todos los momentos de nuestra vida.
¡Que el Señor nos ayude a no empezar nada, a no ocuparnos de nada, a ni siquiera responderle a alguien, sin antes dirigir nuestra alma hacia Dios! Siempre nos ocurre que nos arrepentimos por alguna palabra pronunciada impulsivamente y daríamos lo que fuera por volver atrás en el tiempo... pero sabemos que es imposible y que el daño ya está hecho.
Anhelemos con todo el corazón que el Señor nos revele Su voluntad en todos los momentos de nuestra vida. Sometámonos a Él con todo nuestro afán. Que nuestra oración ferviente sea el cimiento de todo lo que hagamos y digamos.
Dirijamos nuestra mente al Señor antes de tomar cualquier decisión. Y, sin importar la dirección de nuestros deseos, preguntémonos, en primer lugar, cuál es la voluntad de Dios, mostrándonos listos para renunciar, si es necesario, a nuestra propia voluntad. Sólo entonces podremos esperar que nuestros actos y palabras no habrán de perderse, sino que producirán frutos para la eternidad.
(Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 92)