¡Apartémonos lo antes posible de la desidia!
Al orar, el demonio de la desidia nos envuelve en un sueño profundo e inevitable, induciéndonos a bostezar cuando no es correcto hacerlo, y nos impide entonar nuestros cánticos y oraciones a cabalidad.
La desidia es la molicie del alma y la indolencia de la mente, es el debilitamiento de la perseverancia y es también difamar a Dios, como si Él fuera inclemente y no nos amara. Es, asimismo, la endeblez de la oración. El médico visita a sus pacientes por la mañana, pero la desidia visita al mediodía a quienes perseveran en el esfuerzo. Por ejemplo, cuando oramos, la desidia nos recuerda cosas que teníamos que hacer, y se vale de este pretexto para desviar nuestra atención y hacernos renunciar a hablar con Dios. Tres horas antes de acostarnos, el demonio de la desidia nos produce estremecimientos y dolor de cabeza, fiebre y cólicos estomacales. pero, cuando se sirve la comida, nos hace saltar inmediateamente del lecho. Y, al terminar de comer, hace que nuestro cuerpo se sienta henchido. Otras veces, al orar, nos envuelve en un sueño profundo e inevitable, induciéndonos a bostezar cuando no es correcto hacerlo, y nos impide entonar nuestros cánticos y oraciones a cabalidad. Pero quien se lamenta de sus faltas, ese no conoce la desidia. Alejémonos, pues, de este tirano, recordando nuestros pecados. Castiguémoslo con nuestro trabajo manual y arrojémoslo ante el juicio, con el pensamiento dirigido a las bondades eternas.
(Traducido de: Sfântul Ioan Scărarul, Scara Raiului, Editura Învierea, Traducere de mitropolit Nicolae Corneanu, 2007, pp. 212 - 213)