¿Acaso no podía Él, Quien ordenó que la tierra engullera a Datán y Avirán, y a todos los que estaban con ellos, ordenar que sucediera lo mismo con aquellos que alzaron la mano para abofetear a su Creador? Pero Él soportó todo, “dándonos el ejemplo, para que sigamos Sus pasos” (I Pedro 2, 21). ¡Pero tú, siendo hombre, no soportas los insultos que te inflige otro hombre como tú!

Imita a tu Señor: si Él, siendo Dios, soportó por ti que lo abofeteara un hombre pecador, ¿tienes justificación para enfadarte o desear vengarte, cuando alguno de tus semejantes te reprende? ¡Qué necedad! ¡Qué falta de juicio! Por eso es que a muchos nos esperan los tormentos del infierno, porque, siendo seres racionales, no hacemos más actuar con la irracionalidad de los animales.

Él vino al mundo por Su inmensa humildad y, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que nosotros nos enriqueciéramos con Su pobreza (II Corintios 8, 9).

(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 115)