¡Aprendamos a orar por quien nos ofende!
Tú oras por él solo al principio, y después él empieza a ser iluminado desde lo alto. Que tu espíritu esté a su lado. Pero esto debes quedártelo para ti, porque la oración es algo secreto, algo que no se ve.
«Si tu oración es fructífera, alcanzas grandes alturas… ¡de lo contrario, te irritas! ¡No te olvides de Cristo, Quien fue crucificado por nosotros! “¡Sálvanos, Tú que te sacrificaste por nosotros!”. Dios es un océano de bondad.
Si alguien te ofende, ora por él. En tales casos, yo digo: “¡Señor, te pido que no condenes a esa persona por mí!”. Y, repitiendo: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, es como si elevara a las alturas a aquel que me ofendió, y es como si él mismo estuviera orando. Tú oras por él solo al principio, y después él empieza a ser iluminado desde lo alto. Que tu espíritu esté a su lado. Pero esto debes quedártelo para ti, porque la oración es algo secreto, algo que no se ve».
(Traducido de: Ca aurul în topitoare. Viața mucenicească a unui Iov al zilelor noastre: Anastasie Malamas, Traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2012, pp. 43-44)