Aprendamos a sembrar la Palabra de Dios en nosotros
Lo fundamental es sembrar, y Dios hará que crezca lo que hayas sembrado (I Corintios 3, 6). Pero no te apresures, intentando tener éxito, porque podrías parecerte a ese que, habiendo sembrado hoy, mañana quiere levantarse a cosechar.
Cada día, lee al menos un capítulo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Asimismo, intenta poner en práctica una virtud de cada una de tus lecturas. Hazlo, hasta que cada una de esas virtudes se conviertan en un hábito para ti. Por ejemplo, pensemos que la principal virtud es el perdón de las ofensas. Diariamente, tenemos que hacer lo posible por practicarla, al tiempo que oramos: “¡Señor bueno, concédeme el amor por aquellos que me ofenden!”.
Cuando esta virtud se convierta en una costumbre para ti, te será más sencillo practicar las demás, hasta llegar a la última de ellas.
Por eso, es fundamental empezar con la lectura de la Biblia, con la mayor frecuencia posible. Cuando la mente no entienda, el corazón sentirá; y si la mente no entiende y el corazón no siente, lee de nuevo, porque, perseverando, estarás sembrando las palabras de Dios en tu alma. Y ahí no morirán, sino que pasarán lenta y calladamente a la esencia de tu alma. Y contigo sucederá aquello que el Señor dijo del hombre que “echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo” (Marcos 4, 26-27).
Insisto, lo fundamental es sembrar, y Dios hará que crezca lo que hayas sembrado (I Corintios 3, 6). Pero no te apresures, intentando tener éxito, porque podrías parecerte a ese que, habiendo sembrado hoy, quiere levantarse a cosechar mañana.
Leyendo la Biblia, pones levadura en la masa de tu alma y tu cuerpo, llenando tu ser, hasta crecer con la verdad y la justicia del Evangelio.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Sfântul Justin Popovici, Lupta pentru credință și alte scrieri, traducere de prof. Paul Bălan, Editura Rotonda, Pitești, 2011, pp. 83-84)