Palabras de espiritualidad

¡Aprende a vivir feliz! Tienes tantos motivos...

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

El simple hecho de saber que moriremos, hace que entendamos aún más ricamente la vida, precisamente porque el tiempo se termina y todo lo que hagamos consiste en asumir verdaderas decisiones.

Muchos se enojan consigo mismos, debido al sufrimiento en que viven. Quizás crean que lo merecen. Y se equivocan. Puede que hayan sido educados por sus padres para sentirse siempre culpables, para castigarse a sí mismos, para dañarse solos. Y, sin embargo, el hombre es el único ser que puede darle sentido a su dolor, porque es el único ser que sabe que habrá de morir. Es necesario, entonces, aprender a darle un significado positivo a ese sentimiento de culpabilidad, para hacernos mejores. Y será importante, también, darle un significado negativo, cuando nos paralice y nos castigue, robándonos la confianza en nosotros mismos y, en consecuencia, la posibilidad de crecer y actuar.

En el fondo, ¿qué es la depresión después de un enojo, un rechazo, un duelo, alguna injusticia, sino un castigo que nos infligimos nosotros mismos?

¡Entonces, aprende a reir de ti mismo, con el corazón!

El simple hecho de saber que moriremos, hace que entendamos aún más ricamente la vida, precisamente porque el tiempo se termina y todo lo que hagamos consiste en asumir verdaderas decisiones.

No debemos pedirle a Dios que no nos envíe enfermedades o que nos libre del sufrimiento. Más bien, debemos pedirle que nos dé la fortaleza necesaria para soportar lo que nos toca vivir, que permanezca a nuestro lado para no perder nuestra integridad espiritual, para elegir continuar con nuestra vida, aún con lo que venga. Para que nos dé fuerza, esperanza y valor.

Reir con todo tu corazón te ayuda a dejar de buscar la justicia en este mundo y a transformar en vida todo eso que te pasa, y que pareciera venir desde la misma muerte.

(Traducido de: Valerio Albisetti, Să râdem cu inima – o metodă simplă pentru a trăi mai senin, Traducere de Luminița Cosma, Editura Pauline, București, 2004, p. 52)