Arrancando los pecados desde la raíz
El problema, para el confesor, es cambiar el alma de quien se arrepiente, arrancando de raíz los pecados. Pero, en primer lugar, debe saber encontrar esa raíz.
Nuestras faltas son fruto del mal árbol, el de la vida en pecado. Imaginemos un arbusto venenoso, lleno de frutos. Aunque le arranquemos y arrojemos lejos todos sus frutos, al año siguiente la planta volverá a llenarse de ellos.
En otras palabras, no cambiamos nada en el alma de la persona, si sólo le perdonamos y absolvemos determinadas faltas cometidas. El problema, para el confesor, es cambiar el alma de quien se arrepiente, arrancando de raíz los pecados. Pero, en primer lugar, debe saber encontrar esa raíz.
(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, p. 18)