Palabras de espiritualidad

Arrepintiéndose, el hombre puede conseguir que Dios cambie de decisión

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¡Cuánto ayuda el arrepentimiento, para que el mal desaparezca!

Debemos saber que el arrepentimiento es una gran cosa. Aún no hemos entendido que el hombre, con su contrición, puede cambiar cualquier decisión de Dios. Tan sólo piensen en ello, en el poder que puede alcanzar cualquier persona.

¿Hiciste mal? Dios te da una palmadita. Dices: “Me equivoqué, Señor”. Entonces, Él se detiene y te llena de bendiciones. Es como cuando un niño travieso vuelve en sí, arrepintiéndose, y su padre lo abraza con amor y lo consuela. Los israelitas, debido a que se alejaron de los mandamientos de Dios, tuvieron que vivir en esclavitud durante setenta y cinco años. Y, finalmente, cuando se arrepintieron, apareció el emperador Ciro, mostrándose más bueno aún que los mismos hijos de Israel, quienes habían profanado lo que era sanro. Dios cambió su mente y lo llevó a creer en el Dios del Cielo. Así, Ciro dejó libres a los israleitas, les dio dinero, leña para el Templo, construyó los muros de Jerusalén y, demostrando una bondad y una devoción enormes, superó lo que podrían haber hecho los mismos israleitas (Esdras 1, 1). Y todo esto, sólo porque el pueblo se arrepintió y cambió (Esdras 8, 88-92). ¡Cuánto ayuda el arrepentimiento, para que el mal desaparezca!

Lean todos los libros de los Macabeos. Son muy fuertes. ¡Qué mandato había dado el emperador! Había ordenado que los elefantes aplastaran a los israelitas. Y, así, comenzaron a preparar la ceremonia, trayendo quinientos elefantes, a los que les dieron vino de beber e incienso. Sólo quedaron esperando a que viniera el emperador, para que todo empezara. Pero el emperador había olvidado el mandato que recién había dictado. Así, el que cuidaba los elefantes corrió a buscar al emperador, porque demoraba mucho. “Su Alteza”, le dijo, “estamos esperando. Todo está listo, los elefantes, los judíos y los que fueron llamados”. “¿Quién les dijo que hicieran eso?”, respondió el emperador. Gritos, amenazas... Y no sólo una vez, sino tres. (III Macabeos 5, 1-35). ¿Acaso es algo insignificante el hecho que el emperador haya olvidado el mandato que él mismo había dado? Y no sólo en ese momento, porque a partir de ello cambió su forma de ver a los judíos. Luego, la clave es el arrepentimiento. Nada más.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul II. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a doua, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 391-392)

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