Palabras de espiritualidad

Así es como deberíamos confesarnos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Se trata de algo simple, terriblemente simple, pero no lo hacemos, porque nos da miedo esa sencilla pero sobrecogedora sinceridad ante Dios y ante los demás.

La respuesta —directa y concisa— a esta pregunta, es: confiésate como si fuera tu último momento de vida, como si fuera tu última hora en este mundo —cuando habrás de mostrar tu arrepentimiento por todo lo que hiciste en tu vida, antes de entrar a la eternidad y presentarte ante el Juicio de Dios—, como si fuera la última vez que puedes arrojar de sobre tus hombros el peso de una larga vida de pecado e injusticia, para poder entrar libremente al Reino de Dios.

Si pensáramos así sobre el Sacramento de la Confesión, antes de acudir a él —no sólo imaginando, sino que sabiendo con fuerza—, que en cualquier momento podríamos morir, dejaríamos de plantearnos tantas preguntas inútiles. Nuestra confesión sería, entonces, terriblemente sincera, real y directa; dejaríamos de esforzarnos en evitar utilizar esas palabras que nos humillan y nos rebajan. Al contrario, las pronunciaríamos con toda la dureza de la verdad. No nos detendríamos a pensar qué debemos y qué no debemos decir. Y lo que haríamos sería hablar de todo eso que, en nuestra conciencia, se proyecta como injusticia, como pecado... todo eso que nos hace inmerecedores de nuestra dignidad humana, de llamarnos “cristianos”. No subsistiría en nosotros ese sentimiento de querer protegernos de unas u otras palabras duras o severas; no nos preguntaríamos si debemos decir esto o lo otro, porque sabríamos con qué se puede y con qué no se puede entrar a la eternidad.

Así es como debemos confesarnos. Es simple, terriblemente simple, pero no lo hacemos, porque nos da miedo esa sencilla pero sobrecogedora sinceridad ante Dios y ante los demás.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie al Surojului, Bucuria pocăinței, Editura Marineasa, 2005, colecția Viața în Hristos, pp. 45-46)