Palabras de espiritualidad

Aún hay tiempo para cambiar

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Obtengamos, pues, el atuendo que es digno de entrar al aposento místico del Novio, es decir, una vida digna de elogio, refulgente de pureza y santidad.

Despertémonos, pues, del sueño de nuestra enorme dejadez y esforcémonos, llenos de perseverancia, para buscar, en el tiempo que nos queda de vida, “la recompensa al llamado de lo Alto”, “en donde está nuestra morada, esperando a nuestro Señor Jesucristo (Filipenses 3, 14; 20).

Si estamos atentos, como las vírgenes juiciosas, llevaremos con nosotros suficiente aceite —que representa al amor que le agrada a Dios y la compasión para con quienes viven en la pobreza y necesidad—, para ablandar al Creador y Soberano de todo. Las doncellas imprudentes no tomaron esto en cuenta y se quedaron sin entrar con el Novio, y no obtuvieron ningún provecho por su castidad. Así, alma mía, recordemos siempre al Señor, Quien nos ordena: “Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos” (Lucas 12, 36-37). Con este ejemplo, Él nos ordena claramente, diciendo: “Tal como los siervos de cualquier señor de este mundo, temiendo ser castigados, se esfuerzan en agradarle y en cumplir con sus disposiciones, así también ustedes, discípulos Míos, deben buscar la salvación, con temor y amor, esforzándose en hacer lo que es de Mi agrado, tal como les enseñé con Mis mandamientos”.

Obtengamos, pues, el atuendo que es digno de entrar al aposento místico del Novio, es decir, una vida digna de elogio, refulgente de pureza y santidad. De lo contrario, seremos atados de pies y manos, y arrojados afuera de aquel banquete místico, es decir, a la oscuridad del infierno. Sabiendo que el mismo Señor y Sus benditos discípulos nos han invitado a este banquete, no podemos rechazar neciamente este feliz llamado, invocando el pretexto de nuestras tierras, nuestros animales o que estamos casados, porque todo eso es insignificante y pasajero, prioridad de aquellos que “piensan solamente en las cosas de este mundo”, no en las del Cielo, esos “cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza”, dicen las palabras del Apóstol (Filipenses 3, 19).

(Traducido de: Sfântul Maxim Grecul, Viața și cuvinte de folos, Editura Bunavestire, p. 64)