Bienaventurado el que es manso
"Pero en quien fijo realmente mis ojos es en el pobre y en el corazón arrepentido, que se estremece por mi palabra. ” (Iasías 66, 2).
¡Bienaventurado y tres veces bienaventurado el que es manso!
Porque el Señor le bendice, diciendo, "Felices los mansos, porque heredarán la tierra" (Mateo 5, 5). ¿Cuál bienaventuranza es más felíz que esta? ¿Qué promesa hay más alta que ésta? ¿Qué alegría es más grande que heredar la tierra del paraíso? Por eso, hermanos, conociendo la inconmensurable grandeza de tal promesa, ¡perseveren en obtenerla! ¡Busquen el refulgir de las buenas obras! Humíllense y esfuércense, para que nadie quede fuera de tal herencia y luego tenga que llorar, arrepintiéndose inútilmente. Escuchando la bienaventuraza de la mansedumbre, ¡esfuércense en hacerse parte de ella! Escuchando también lo que dice el profeta Isaías, inspirado por el Espíritu Santo, "Pero en quien fijo realmente mis ojos es en el pobre y en el corazón arrepentido, que se estremece por mi palabra. ” (Iasías 66, 2). Entonces, ¿no es debido que nos maravillemos de esta promesa? ¿Qué puede ser más glorioso que tal honor?
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături vol. 1, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 79)