Cada uno de nosotros es una casa para Dios
Dios vive solamente en un corazón puro. Así, debemos prepararle un lugar. ¿Cómo? Purificándonos de nuestras pasiones y orando.
Para que nuestro corazón esté preparado y sea apto para recibir el llamado de Dios, debemos purificarlo de todo mal, de manera que no quede en él ninguna maldad y ninguna atracción por lo que pueda ser causa de pecado.
Tal como hace ya muchos años el Señor llamó a Sus discípulos, del mismo modo hoy no deja de llamar a Él a cada uno de nosotros. Sin embargo, nuestras almas se han pervertido, aferrándose a las cosas del mundo. Por eso es que somos incapaces de escuchar el llamado del Señor. Y esta también es la razón por la cual permanecemos en nuestro actual estado de petrificación.
Cada persona es un hogar de Dios y ha sido llamada para que en su interior viva el Espíritu Santo y se glorifique sin cesar al Señor. Sin embargo, Dios vive solamente en un corazón puro. Así, debemos prepararle un lugar. ¿Cómo? Purificándonos de nuestras pasiones y orando. Sólo así nuestro corazón se hará una iglesia, una casa para Dios; sólo entonces veremos el cuidado que Dios nos procura y podremos exaltarlo sin cesar.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 221-222)