Palabras de espiritualidad

Cada vez que fracaso en algo, caigo en depresión

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Enséñame, Señor, a amar! Este estado de odio me daña. ¡Enséñane a amar!”. Y, entonces, Dios te enseñará a decir cada mañana, “¡Qué daría por amar a los demás!”. Y verás qué pensamientos empezarás a sentir.

Cada vez que me sucede algo malo, un fracaso, caigo en depresión y me parece que empiezo a odiar a todo el mundo. ¿Qué puedo hacer para no volver a sentir eso?

—Alguien dice, “Me odio a mí mismo”. Otro dice, “Odio a todo el mundo”... El odio es un sentimiento inocente en sí mismo, pero es también síntoma de una grave enfermedad espiritual. No soy feliz, no puedo ser feliz, mientras odie. Entonces, clamo a Dios, “¡Señor, enséñane a amar!”. No podemos amar “instintivamente”, necesitamos aprenderlo. El amor se aprende.

El padre Sofronio de Essex relataba lo siguiente:

“Un hombre partió hacia el Monte Athos, para averiguar qué es necesario para alcanzar la salvación. Y allí le dijeron, 'Ama a Dios con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu corazón, y a tu prójimo como a tí mismo'. Pero el pobre hombre pensó, '¡No puedo...! No amo a Dios, porque lo que siento hacia Él es temor, no amor... Y usualmente no puedo soportar a los demás. Debe existir algún otro método para salvarse, no sé, ayuno, postraciones, algo que sí pueda hacer yo'. Entonces, buscó otro sacerdote, y luego a otro, y a otro después... recorrió todo el Santo Monte, obteniendo siempre la misma respuesta... Entonces, se sentó sobre una roca y, suspirando, pensó, '¿Qué voy a hacer? Necesito alcanzar la salvación. ¡No quiero sufrir así eternamente!'. Entonces, le vino una idea: '¡Lo tengo! Haré lo que pueda. ¡Puedo hacer lo que haría si pudiera amar!'. Y, desde entonces, comenzó, en cada acto de su vida, a preguntarse, '¿Qué haría yo en este momento, si amara a Dios?'. Y, así, actuaba en consecuencia. Otras veces, se preguntaba, '¿Qué haría yo en este caso, si amara a mi semejante?'. Y, respondiéndose a sí mismo, así actuaba.”

¡Haz lo mismo! Llama a Dios, diciéndole, “¡Enséñame, Señor, a amar! Este estado de odio me daña. ¡Enséñane a amar!”. Y entonces, Dios te enseñará a decir cada mañana, “¡Qué daría por amar a los demás!”. Y recibirás la respuesta. ¿Qué haría en este momento, si amara a mi madre? Le perdonaría que me mande siempre a sacar la basura, justo cuando estoy viendo mi película favorita. Y, así, en todo. ¡Verás qué milagros suceden! No es difícil, si lo pides, porque Dios te enviará la fuerza que necesitas. Sólo que no debes olvidar que el Poder de Dios viene a nosotros por medio de los Santos Sacramentos. No olvides la Confesión y la Comunión. La Confesión pura y la Comunión frecuente y responsable ayudan a que el alma enferma aprenda a amar y a ser feliz. Solos, no podemos.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 195-196)

 

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